5 de septiembre de 2020.
En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Indígena, representantes de diferentes comunidades del país compartieron las experiencias de sus procesos organizativos y las formas en que las mujeres se relacionan con el territorio desde la mirada de sus pueblos ancestrales.
Redacción CNTI
La mujer indígena es territorio, vida y fertilidad, pero es también ejemplo de lucha, resistencia y sabiduría que mantienen en firme el tejido social y espiritual. Por ello, los diferentes roles que desarrollan dan cuenta de aprendizajes que comienzan desde temprana edad y que responden a las problemáticas que aquejan a sus comunidades, especialmente a ellas en su condición de mujer.
Según Rosalba Jiménez, mayora del pueblo Sikuani, la mujer indígena desde su cosmovisión representa la dualidad y, lejos de “salir de una costilla”, viene del territorio y de la semilla de la Madre Tierra que representa la fertilidad. A su vez, comprender lo que significa el territorio, la mujer y la cultura es para Andrea Poto, lideresa comunitaria Nasa, mantener viva la tradición de sus propias lenguas y sus sistemas especiales de relación con la naturaleza.
Natividad Mutumbajoy, lideresa del pueblo Inga y fundadora de la institución educativa Yachaikury, destacó que el buen vivir está en sus territorios, pues allí está todo y la lucha es necesaria para poder disfrutar de sus tradiciones. Para Margarita Villafaña, lideresa arhuaca, las mujeres «como madres soportamos a una cultura y somos complemento del hombre, una familia, que entre los dos luchan por mantener una identidad cultural en el territorio. La tradición y la cultura nos permiten entender que podemos proteger entre todos desde la Ley de Origen y las normas tradicionales, con menos tensiones y guerra».
Video de la campaña #SoyMujerIndígenaY
¿Qué amenazas recaen sobre sus espacios de vida?
Los conflictos por la tierra, que históricamente han traído dinámicas de violencia y despojo, generan importantes afectaciones a los pueblos indígenas y de manera diferencial a las mujeres que han sido vulneradas por actores como colonos y grupos armados, entre otros. La creación de espacios formativos en los que convergen diferentes conocimientos ha hecho posible que surjan liderazgos desde lo femenino para defender la vida, el agua, el alimento y la pervivencia cultural de los pueblos.
Diana Campo, comunera Nasa, señaló: «La tarea más importante que tiene la juventud es formarse integralmente frente a las amenazas externas, entendiendo que hay muchos mundos indígenas distintos pero todos tenemos una Ley de Origen que es proteger y preservar». Por eso apuntó que, a partir de la noción de que la tierra no es propiedad de los pueblos, sino que estos pertenecen a ella y por lo tanto deben protegerla, la partida de cada compañero o compañera redobla la energía de lucha contra todo aquello que la pone en peligro, como las actividades extractivas y de la mega industria que desconocen los principios de su equilibrio natural.
Sostienen que esto está directamente relacionado con la falta de interés de los gobiernos, que durante décadas han desconocido las reivindicaciones de los pueblos indígenas y los exponen a toda suerte de situaciones que atentan contra ellos. Todo porque las lógicas económicas no corresponden con la visión que estas comunidades tienen del territorio, en donde ninguna de ellas estará por encima de la vida y la armonía.
«Los pueblos indígenas somos vistos como una piedra en el camino y en Occidente, por la cultura del dinero, nos ven como seres que debemos estar recluidos en las montañas y no comprenden cómo los sitios sagrados son la garantía de pervivencia de todos los seres vivos», añadió la defensora de derechos humanos de los pueblos indígenas, Margarita Villafaña.
¿Qué estrategias son contempladas para fortalecer los procesos locales?
Las hermanas Diana y Ebema Caizamo, del pueblo Emberá Wera en Chocó, hacen parte del grupo de danza Nepono Werara, en el que a través del arte se enseña a las nuevas generaciones a preservar y exaltar su cultura con los bailes tradicionales.
Ebema, de 13 años, conoce las afectaciones que sufre el río Atrato por la minería y la importancia que este tiene para la vida, pues la contaminación del agua con mercurio (utilizado para separar y extraer el oro) impacta directamente a su comunidad, que necesita del agua del río en sus actividades diarias. Ella recoge estas enseñanzas de sus familiares y especialmente de su hermana mayor Diana, que además se desempeña como docente y traductora de emberá-español.
Como lo expresó Margarita Villafaña, “debemos comprender dónde están los riesgos para poder mantener nuestra cultura y ser ejemplo para que los jóvenes sigan este camino de defensa y fortalecimiento de nuestra unidad familiar y cultural”.
Otra de las alternativas que planteó la mayora Rosalba Jiménez fue dimensionar que «el conflicto no solo son las armas sino también lo ideológico. [Por eso] hay que manejar un discurso desde nosotros mismos, desde nuestra esencia y no desde el conflicto”. Agregó que sus hijos están en el movimiento indígena y se siente orgullosa de eso, pues reconoce que las nuevas generaciones deben seguir reivindicando los derechos indígenas porque es una lucha de nunca acabar.
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