Indígenas Emberá: décadas de conflicto y desplazamiento sin garantías claras para la pervivencia y el retorno
Hacia el mes de septiembre de 2021 los medios de comunicación registraron nuevamente la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran cientos de personas indígenas de los pueblos Emberá Dobidá y Emberá Katío, quienes permanecen en condición de desplazamiento desde hace años en Bogotá y decidieron acampar de manera permanente en el Parque Nacional Olaya Herrera para reclamar atención real y efectiva.
Esta problemática no se reduce a un hecho aislado, sino que responde a una serie de factores que han vulnerado sistemáticamente los derechos humanos y territoriales de estas comunidades. La presencia de actores armados, los conflictos internos y la inseguridad jurídica de sus territorios dieron paso a un éxodo masivo que ha tenido como receptoras, entre otras, a las ciudades de Pereira, Armenia, Medellín y Bogotá.
El caso de los Emberá es sin duda uno de los más documentados respecto al desplazamiento forzado de comunidades indígenas que han tenido que movilizarse a ciudades intermedias y principales, con la inminente amenaza que esto representa para su existencia física y cultural. Lo anterior, debido al desarraigo de sus territorios, la pérdida de sus espacios sagrados y celebraciones tradicionales, además de la entrada en desuso de su lengua materna.
¿Por qué salir de los territorios?
La Nación Emberá ha vivido históricamente en lo que la división administrativa del país reconoce como los departamentos de Chocó, Risaralda, Valle del Cauca, Quindío, Caldas, Antioquia, Cauca, Nariño y Putumayo, así como están presentes también en Panamá y Ecuador.
El occidente del país, como muchas otras regiones de Colombia, ha sido testigo del desarrollo del conflicto armado y la barbarie que no ha sido ajena a los pueblos indígenas. Hacia la década de 1990 la presencia de actores armados marcó un cambio drástico en las dinámicas de las comunidades, pues no solamente estaban en el territorio las Farc y el ELN, sino que también disputaban el control los grupos paramilitares.
El accionar de las fuerzas militares en la zona para hacer frente a las incursiones armadas de los actores ilegales no alivió la situación precisamente, en las confrontaciones se vieron afectadas las comunidades que vieron interrumpidas sus acciones cotidianas y cómo tanto sus lugares de cultivo como de crianza de animales fueron perdidos.
Las afectaciones no pararon ahí, toda vez que otro tipo de violencias aparecieron bajo el mando de los armados legales e ilegales, y es que los indígenas Emberá han tenido que soportar durante años las violencias basadas en género sobre los cuerpos de las mujeres, las amenazas, los asesinatos selectivos, el reclutamiento de menores y por supuesto el desplazamiento forzado que a día de hoy no se ha podido superar.
Cabe recordar que, para el caso de los Emberá Katío, entre las décadas de 1970 y 1990 se vivió un periodo muy violento a causa de la explotación del oro en Bagadó donde a su vez está el Resguardo Indígena del Alto Andágueda. Durante décadas ha habido disputas en el área por la extracción del metal y junto a estas vino el derramamiento de sangre y la expulsión de centenares de personas.
En la búsqueda de estrategias para defenderse a sí mismos y a su tierra, los emberá comenzaron en 1979 los trámites para ser reconocidos como resguardo indígena y así, delimitar claramente la tierra que les sería adjudicada. En diciembre de ese año el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria, Incora les reconoció como Resguardo del Río Andágueda y con esto quedó claro que su territorio estaba compuesto por 50 mil hectáreas. Aún así, la violencia por parte de colonos y grupos armados guerrilleros continuó[1].
Por estos motivos, a los que se suman problemáticas internas, familias completas han abandonado sus territorios en los últimos años para llegar a las ciudades en las que se alejan de sus prácticas tradicionales y acuden a otras salidas económicas como la elaboración y venta de artesanías, además de trabajos informales, etc., con los que muchos cancelan el precio de los llamados «pagadiarios», sistemas de vivienda en los que no es extraño encontrar condiciones de hacinamiento.
La problemática actual en Bogotá
La minga permanente instalada en el Parque Nacional llamó la atención por la gran presencia de los Emberá y personas de otros pueblos indígenas, además de la forma en que la comunidad está pasando los días, sobre todo por las condiciones de salubridad que afectan principalmente a algunas mujeres y a la niñez, debido a los brotes de sarna, la aparición de diarrea, deshidratación, desnutrición y riesgos para las gestantes, que se sumaron a las enfermedades estacionales, fruto de las bajas temperaturas y las fuertes lluvias en la capital del país.
Un claro ejemplo de ello es el caso del menor Yhosquin Murry Queregama, de un año de edad, quien falleció el 28 de noviembre a causa de complicaciones de salud por las condiciones en las que permanecía y cuyos hermanos, otros dos menores, presentan también fiebre y signos de desnutrición.
Según la información difundida por la Defensoría del Pueblo, luego de espacios de conversación con líderes y representantes indígenas
En el Parque Nacional se hallan concentradas 480 familias, integradas de la siguiente manera: 390 niños y niñas menores de 5 años, 90 niños y niñas de 6 a 11 años, 70 adolescentes de 12 a 17 años, 80 mujeres gestantes, 120 madres lactantes y 60 personas mayores de 60 años. Adicionalmente, se registran 4 casos de rubeola y sarampión y 11 casos graves enfermedades respiratorias[2].
Mientras algunos líderes indígenas han afirmado que la atención de los profesionales médicos no ha sido constante ni oportuna, la Secretaría de Salud señaló que a sus funcionarios se les ha negado el ingreso y la prestación de servicios a la comunidad. En este sentido sería necesario evaluar si en efecto ha habido negligencia o puede deberse a una ausencia de confianza en los procedimientos y manejos provistos desde la institucionalidad.
Por su parte, desde la Secretaría de Gobierno de Bogotá, en cabeza de Margarita Barraquer y del secretario de Gobierno, Luis Ernesto Gómez, se argumentó que ha sido brindada atención especial a las comunidades desde el inicio de la emergencia sanitaria por covid-19. Esto, según los funcionarios, mediante la destinación de 1895 millones de pesos[3] entregados como bonos canjeables por alimentación, pago de alojamiento, alimentación y enceres.
Es importante tener en cuenta que dichos recursos fueron destinados en el marco de la pandemia y responden también al Auto 149 de la Corte Constitucional, que exhortó al Gobierno nacional a adoptar medidas para garantizar los derechos de las víctimas de desplazamiento forzado durante la pandemia.
Aunque la administración distrital ha ofrecido reiteradamente el traslado de las comunidades al albergue provisional del Parque La Florida, existe una contradicción evidente entre las condiciones que la Alcaldía dice ofrecer en este lugar y lo que las mismas han denunciado a través de redes sociales con la toma de fotografías y videos de los sitios en los que han sido reubicados.
En los canales oficiales de la Alcaldía de Bogotá han sido compartidas imágenes que dan cuenta de una infraestructura con camas individuales, cocinas equipadas y espacios de recreación para las personas indígenas, misma que ha sido promocionada como un «entorno que fortalece su identidad étnica y cultural». Por otra parte, las imágenes publicadas dan cuenta de hacinamiento, falta de enceres y poca protección contra el frío y la lluvia.
A esto se suma el manejo atropellado que ha tenido la Alcaldía de Bogotá para atender la situación, pues si bien ha establecido espacios de diálogo, no han tenido garantías plenas para los representantes indígenas e incluso ha intervenido de forma arbitraria la fuerza pública, sin reparar en la presencia de infantes, mujeres en embarazo, lactantes y adultos mayores.
Incluso antes de la muerte del menor se habían presentado denuncias por parte de las organizaciones que acompañan el proceso, quienes en su momento dieron cuenta del traslado de emergencia de una mujer que tuvo riesgo en su embarazo tras las acciones del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) el 29 de septiembre, así como de una menor de tres meses de edad que presentó complicaciones respiratorias a causa de los gases lacrimógenos empleados por el mismo escuadrón el pasado 6 de octubre.
De acuerdo al proceso de Autoridades Indígenas de Bakatá (AIB), actualmente hay más de 1000 personas indígenas en el Parque Nacional, pues hacen presencia parcialidades de 14 pueblos en la Minga Permanente declarada el pasado 2 de octubre, en la que reclaman «la defensa y salvaguarda de los derechos colectivos e integrales de los pueblos o comunidades indígenas». Así, junto a los Emberá Dobidá y Katío, permanecen también indígenas Kokonuko, Nasa, Kubeo, Koreguaje y Zenú, entre otros.
La zozobra del retorno
La Unidad para la Atención y Reparación Integral de Víctimas (UARIV) informó que está adelantando conversaciones y comités de justicia transicional con las entidades competentes y las administraciones de los posibles municipios receptores, a fin de realizar viajes de regreso[4] a los territorios antes de que finalice el 2021. Este despliegue logístico se haría, en un primer momento, en beneficio de las comunidades ubicadas en el Parque La Florida.
Los Emberá ya habían tomado otros espacios hace unos años, como el Parque Tercer Milenio en Bogotá, y esta no es la primera vez que reclaman atención para la reubicación o el retorno a sus territorios ancestrales. Lo que no ha sido posible asegurar, y mucho menos mantener por parte de las entidades estatales con injerencia en el tema, son las condiciones propicias y las garantías para la vida, la paz y la permanencia. En este punto no se puede olvidar la necesaria vigilancia de los organismos de control como la Procuraduría General de la Nación, la Defensoría del Pueblo y las Personerías Distritales y Municipales.
El acompañamiento más reciente fue el iniciado por la Alcaldía de Bogotá en coordinación con la UARIV el 1 de diciembre, en el que después de un proceso de diálogo con 127 familias Emberá Chamí (aproximadamente 460 personas) que permanecían en el punto de atención de La Florida, se procedió a su traslado con destino al municipio de Pueblo Rico en el departamento de Risaralda, a los resguardos Gito Dokabu y Unificado del Río San Juan.
Por lo tanto, este representa un nuevo intento y un reto más para la institucionalidad de cara a lograr el retorno de las comunidades que desean volver y que han visto obstaculizadas una y otra vez las iniciativas para volver y quedarse en sus territorios, pues estas intenciones fallidas son una revictimización por las afectaciones que han sufrido de forma reiterada.
De igual forma corresponde al Gobierno comprometerse a crear las condiciones para el cumplimiento efectivo de lo pactado en el Acuerdo Final de Paz, ya que la época del posacuerdo no ha configurado realmente un escenario en el que las comunidades puedan recuperar el tejido social en los territorios que han sido suyos ancestralmente.
El contexto actual del recrudecimiento de la violencia, el surgimiento de aún más grupos armados al margen de la ley, y sus disputas a sangre y fuego por el control de las economías ilícitas no hacen más que imposibilitar las garantías de reparación y no repetición, indispensables para la población indígena víctima del conflicto armado.
Además de ello, es vital fortalecer los canales de atención en las ciudades receptoras, pues las situaciones en las que sobrevive esta población en las urbes no puede seguir rayando la mendicidad ni mucho menos poniendo en riesgo la vida de menores que en muchos casos no han conocido otra realidad distinta a la incertidumbre y el desarraigo, bien sea por el accionar directo de actores externos que obliga a sus familias a desplazarse o a la falta de voluntad y oferta institucional para brindar servicios propicios, permanentes y de calidad en su atención.
[1] Tierra en Disputa. (s,f), El Resguardo del Alto Andágueda lucha por expulsar la minería de sus tierras. http://tierraendisputa.com/caso/alto-andagueda
[2] Defensoría del Pueblo. (29 de noviembre de 2021). Muerte de niño de comunidad embera que permanece en el Parque Nacional no tiene justificación: Defensor del Pueblo. https://www.defensoria.gov.co/es/nube/comunicados/10586/Muerte-de-ni%C3%B1o-de-comunidad-embera-que-permanece-en-el-Parque-Nacional-no-tiene-justificaci%C3%B3n-Defensor-del-Pueblo-Parque-Nacional-Defensor%C3%ADa-ni%C3%B1o-muerto-embera-ind%C3%ADgenas.htm
[3] Alcaldía de Bogotá. (5 de octubre de 2021). Distrito ha destinado 1.895 millones de pesos para atención de familias Embera. https://bogota.gov.co/mi-ciudad/gobierno/distrito-ha-destinado-1895-millones-de-pesos-para-atender-los-embera
[4] Unidad para la Atención y Reparación Integral de Víctimas. (19 de octubre de 2021). Unidad prevé que en noviembre se podría dar el retorno de algunos integrantes de la comunidad embera asentados en Bogotá. https://www.unidadvictimas.gov.co/es/asuntos-etnicos/unidad-preve-que-en-noviembre-se-podria-dar-el-retorno-de-algunos-integrantes-de-la
Primera Minga de Cine Indígena “Por el fortalecimiento de nuestros principios y la pervivencia de los Pueblos Originarios en el Departamento del Huila”
Desde el Observatorio de Derechos Territoriales de los Pueblos Indígenas (ODTPI) de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas (CNTI) acompañamos la Primera Minga de Cine Indígena, un espacio que busca fortalecer los procesos comunicativos propios de los Pueblos Indígenas de Colombia.
A ritmo de flautas traversas, zampoñas, güiros, tamboras, charrascas y guitarras, la Primera Minga de Cine Indígena reunió a varios grupos de danza, tejedoras/es, artesanos/as, realizadores/as audiovisuales, muralistas, poetas, comunicadores/as etc., en el resguardo Potrerito, municipio de La Plata, del departamento del Huila. Aquí se hizo eco con la música y la comunicación propia para continuar fortaleciendo los usos y costumbres bajo los principios de la unidad y la autonomía de los Pueblos Indígenas.
Esta minga contó con la participación de los Pueblos Indígenas del departamento del Huila como los Nasa, los Miskak, los Yanakunas, los Pijao, los Emberá Chamí, los Inga y los Andaquíes, asentados en 18 municipios y organizados en 32 territorios, que a través del sentir y expresar, compartieron la importancia de seguir afianzando la palabra a través del arte de comunicar.
Los días 17, 18 y 19 de noviembre de 2021 el área de comunicaciones de la CNTI hizo parte de este espacio: “Memoria, arte y comunicación de los Pueblos”, en el que fue posible presentar uno de los productos audiovisuales realizados por la CNTI que surgió de un proceso pedagógico y que busca aportar a la defensa de los territorios indígenas con un enfoque diferencial, decolonial y de género.
En contexto del Programa de Vientos de Comunicación del Consejo Regional Indígena del Huila (CRIHU) fue proyectado el video: «¿Qué son los derechos territoriales de los Pueblos Indígenas?» Producto audiovisual que hace parte de la serie “¡Defender los territorios es defender la vida!” en el que la CNTI produjo cuatro programas radiales, ocho videos animados y una cartilla con información de los derechos territoriales para los Pueblos Indígenas.
Además de esto, se proyectaron diferentes trabajos audiovisuales creados por los y las comunicadoras en formación de una escuela propia, en los que visibilizaron muchas de las problemáticas que los aquejan en sus territorios y la importancia de reconocer a los Pueblos Indígenas como guardianes y protectores de la Madre Tierra. Además, abordaron también temáticas como la mujer indígena y el territorio, la vida, la pervivencia y la época de la colonización, a través de la animación y las voces de varios de ellos.
Por otro lado, se contó con la participación NasaLuuçx, un colectivo de comunicadores indígenas que participó de la muestra de cine indígena con “Guerreras ancestrales” un producto audiovisual basado en el análisis presentado en el programa de Derechos Humanos de la Çxhab Wala Kiwe-Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca-ACIN, donde las mujeres indígenas y campesinas evidencian sus luchas por la reivindicación de sus derechos en medio del conflicto, como un reflejo de la cotidianidad que se vive en cualquier parte del país.
Así mismo, se presentó “Yu´lucx” (hijas/os del agua), un documental que pone en discusión la importancia del territorio para el pueblo indígena Nasa del Norte del Cauca, a través del agua como fuente de vida, donde se explora la importancia del agua y la relación espiritual con los habitantes del territorio y los espíritus ancestrales allí presentes.
En ese sentido fue compartida una noche de cine con los Pueblos Indígenas y Edison Yaya, director de la película Tundama (2020), en la que se logró intercambiar un diálogo de saberes y aclarar preguntas que surgieron sobre el cacique muisca que resistió en la época de la colonia contra el mando de Gonzalo Jiménez de Quesada.
Los creadores de la Primera Minga de Cine Indígena, comunicadores/as, artistas y realizadores/as expresaron la importancia de continuar tejiendo a través de la comunicación propia como un mecanismo de lucha y resistencia que permite ser parte de una comunidad y fortalecer un proyecto colectivo para la pervivencia física y cultural de los Pueblos Indígenas.
También se identificaron una serie de retos comunicativos para mejorar la manera de informar, de seguir caminando bajo los procesos comunicativos y de arte, para que las prácticas ancestrales pervivan milenariamente y así poder llegar a los diferentes territorios donde se encuentran los pueblos y comunidades indígenas.
Es importante que todas las personas que hicieron parte de esta primera minga reconozcan la importancia y el poder de la comunicación propia como la columna vertebral del expresar de los pueblos. La invitación es a hacer uso de las tecnologías de manera adecuada como una herramienta clave para la transformación con el fin de posicionar la palabra y avivar los procesos de arte, cine, música y comunicación.
En tiempos de resistencia este tipo de espacios nos conducen a seguir cultivando a través del sentir, la chagra y la tulpa como la encargada de tejer la palabra y caminar en equipo para continuar despertando el corazón de la niñez y la juventud, para el fortalecimiento de la memoria y la identidad de los Pueblos Indígenas, bajo sus tradiciones, usos, costumbres y cosmogonías.
Desde este espacio le agradecemos al Consejo Regional Indígena del Huila por la invitación, tenemos certeza de que seguiremos tejiendo este caminar tan importante para la defensa de los derechos fundamentales y territoriales. Esperamos seguir de la mano del saber y la sabiduría de los espíritus de la Madre Tierra y nuestros ancestros, para construir a través de la memoria y la vivencia.
¡Somos fuente de saber, defendemos el sentir de nuestros territorios!
Visita del Observatorio de Derechos Territoriales a Chaluayaco: la tierra de los peces
Encuentro de saberes-Reclutamiento de menores
Visita a Chaluayaco: la tierra de los peces
Desde la Comisión Nacional de Territorios Indígenas (CNTI) acompañamos durante una semana a la Asociación de Cabildos Inga del Municipio de Villagarzón Putumayo (ACIMVIP), que en el marco de su proceso de fortalecimiento a los cuidadores del territorio, organizó un recorrido al Resguardo Inga Chaluayaco.
Este plan de protección fue pensado para reducir los riesgos identificados por la comunidad, además de apropiar el territorio ancestral para su preservación. La actividad incluyó también la caracterización de posibles conflictos socioambientales en la zona, la verificación del estado de los linderos en el resguardo y el registro tanto de puntos estratégicos como de sitios sagrados.
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¡Yaku, Yaku! Dice a viva voz Luis, responsable de la coordinación de Gobierno y Justicia Propia en la asociación, quien además lidera a los Cuidadores Indígenas de la Amazonía Colombiana, un grupo de hombres y mujeres con un compromiso férreo por la defensa del territorio y la diversidad natural en el sur del país.
¡Waira, Waira! Responden al unísono sus pupilos y aquellos que se preparan para partir en el recorrido que en las próximas horas nos llevará a visitar, a algunos por primera vez, el resguardo de Chaluayaco.
La oscuridad de la madrugada es testigo de cómo terminan de ser ajustados los últimos detalles antes de partir. La comida para los próximos días, las capas para protegerse de la lluvia, las linternas y los radios son repartidos, solo se percibe el movimiento de quienes se preparan para salir en otro de los tranquilos amaneceres de Villagarzón.
Antes de iniciar el recorrido y como no podría ser de otra manera, empieza la armonización. Es el mismo Luis quien solicita permiso para que todos podamos ir y regresar con bien, seamos dignos de entrar al territorio y podamos alcanzar los objetivos de la actividad. En el círculo, tomados de las manos, quienes acabamos de llegar tenemos la oportunidad de conectar por primera vez con quienes pertenecen a la asociación y nos acompañarán durante la semana en Chaluayaco.
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Llega la hora de salir. El furgón nos recoge y comienza el camino con una primera parada: el municipio de Orito, también ubicado en el departamento de Putumayo. Por el camino aclara el día y la mañana llega con tonos violetas y azules en el cielo, son pocas las nubes que se asoman y la brisa ameniza la charla. Ya una vez en Orito el sol ha terminado de abrirse paso y es hora de desayunar en la plaza de mercado del municipio.
De nuevo en la ruta y luego de un par de horas en carretera, llegamos al cruce del río San Juan que comunica con la vereda Portugal. A pesar de la extensión del trayecto y de que el calor comienza a sentirse, no han faltado las sonrisas entre los participantes, los relatos de viajes anteriores y las expectativas que, de un lado y otro, son compartidas por lo que está por venir. El mayor Eduardo, conocedor y médico tradicional, comparte algunas de las innúmeras historias que décadas de caminar en el estudio de las plantas y en la defensa de la Amazonía, le han dejado.
Pequeños grupos cruzan el río en panga y en la otra orilla todo se organiza para dar inicio a la caminata con destino al resguardo. No es poco el peso que llevan cargado en sus espaldas y ya los primeros toman la delantera con el liderazgo de Héctor, nuestro guía y anfitrión de camino a Chaluayaco.
Sabemos que pasarán varias horas antes de llegar a destino. El paisaje ya comienza a cambiar y la vegetación selvática hace su aparición. Aunque el fuerte sol aún está presente, los árboles altos y entrelazados, con sus ramas grandes y hojas espesas, brindan la sombra por la que corre el aire mientras sorteamos el camino entre barro, troncos y piedras. Más tarde, ya cuando el cansancio se hace sentir, llega la lluvia: primero tímida y luego acompañada de los truenos que rompen el silencio, esos mismos con los que Luis dice que las fuerzas de la naturaleza advierten nuestra llegada al territorio.
Bajo esa lluvia fuerte y refrescante recorremos el último trayecto antes de llegar al resguardo. La luz del día se va y Héctor, que antes tuvo que buscarnos por haber desviado el camino, nos indica que caminemos rápido y con cuidado al iluminar el suelo, para no encontrarnos con alguno de los aproximadamente cinco tipos de serpientes que habitan allí. Ya finalmente en la noche, con todo el grupo reunido nuevamente, hacemos una primera socialización y quienes tienen bastón de mando se disponen a reunirlos uno a uno en la casa cabildo, nuestro punto de encuentro durante los próximos días.
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Cada jornada comienza temprano. Con los primeros rayos de sol el gallo canta y ya se siente movimiento en la parte baja: son los preparativos para el desayuno de todo el grupo. La leña alimenta el fuego encendido y las ollas con arroz, a veces carne, a veces pescado y plátano o chiro, como allí le llaman, esperan a los comensales que pasan uno a uno por la primera comida del día.
Uno de los objetivos de esta salida, además de fortalecer a los cuidadores (término que quieren usar en vez de «guardias») es el de reforzar el conocimiento de la lengua inga. Por eso, Francisco, de la coordinación de Cultura y Deportes de ACIMVIP, encabeza una serie de actividades para aprender términos en inga como los números y los nombres de las partes del cuerpo. Este es un momento de esparcimiento y aprendizaje, porque no se trata solo de repetir las palabras, sino que va acompañado de música y canto.
Después de este espacio, no podría faltar un partido de fútbol. Hombres y mujeres se preparan para una sana contienda, aunque en el calor del momento algunas piernas resultan lastimadas. Para ello, un buen baño de agua caliente con hoja de Desvanecedora antes de dormir, que además de relajar los músculos, ayuda también a la circulación para que se vayan los morados de las piernas. De ahí su nombre, indican los mayores.
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Una nueva mañana, las energías recargadas. El grupo se reúne para recibir la capacitación en el uso de GPS. Para ello se dividen en equipos más pequeños y tras las indicaciones de la compañera encargada, comienza la práctica. Conversan, ríen, resuelven inquietudes, prueban. Hay un gran interés en el tema y alegría en el ambiente. El sol quema, pero no es nada para grandes y chicos que tienen toda la disposición de aprender. Saben que esta es una herramienta que puede apoyar su trabajo en el reconocimiento del territorio, sin obviar que ancestralmente han sabido ubicarse y ser uno con él.
Tras este ejercicio, Luis hace grupos nuevamente. En estos vamos intercalados cuidadores, representantes de los demás resguardos, el equipo de acompañamiento de la CNTI y los profesionales de apoyo de ACIMVIP. Cada grupo tiene un nombre y estos hacen referencia a las fuerzas de la naturaleza en inga: Yaku (agua), Waira (viento), Alpa (tierra), Rumi (piedra), son algunos de ellos.
En estos grupos partimos a recorrer los caminos que una y otra vez Héctor y su familia han transitado. Aquellos que fueron designados para el uso de los GPS van marcando en el dispositivo los puntos de referencia que destaca Héctor en los linderos del resguardo.
De vez en cuando los mismos sonidos de la selva captan la atención de nuestros guías. Nos indican que permanezcamos en silencio. Ya en varias oportunidades hemos escuchado relatos acerca de serpientes, venados y dantas, pero sin duda el gran protagonista de las historias es el tigre. Lo que parecen sus rugidos se dejan escuchar a oídos de los más experimentados, por lo que nos indican detenernos en el camino y aguardar instrucciones para continuar.
Por los senderos que cruzamos podemos ver todo tipo de plantas, medicinales y venenosas; árboles de cientos de años cuyos troncos necesitarían de varias personas para ser rodeados, riachuelos de los que puede se puede beber directamente y frutos que complementan lo que cada uno ha llevado para alimentarse.
De repente, entre la vegetación se alcanza a divisar la piedra de la que muchos han estado hablando por el camino. El «hogar» de quien muchos esperan ver. Llegamos a la piedra donde duerme el tigre. Un espacio enclavado en la roca en la que, según cuentan, se resguarda el animal cuando acaba de hacer sus rondas por el bosque. Los más entusiastas no esperan más y empiezan a tomarse fotos en este lugar, aprovechando que «el dueño de casa» no está.
Aunque no vimos al tigre, nos quedaron como recordatorios de su majestuosidad tanto sus huellas como la marca de sus garras en la tierra.
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Tuvimos también la oportunidad de visitar el lugar en el que reposa el cuerpo del señor Mesías, ancestro de Héctor, pues como consta en la Resolución 019 del 29 de junio de 2000, con la que se dio el carácter legal de resguardo a la comunidad indígena Inga de Chaluayaco: «Una de las características de esta comunidad es que es un cabildo de tipo familiar, reconocido y legalizado».
De igual manera visitamos la casa en la que otrora viviera la mayora Fidelina, una mujer que también luchó por el debido reconocimiento del territorio. Por eso, en el planteamiento del proyecto que nos condujo al resguardo, no se hablaba de conocer (aunque muchos jamás hubiéramos pisado la zona), sino de «reconocer», como una forma de destacar que siempre ha habido una conexión con los lugares que han habitado.
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En las noches, música y canto al ritmo de flauta, tambora y zampoña. No hay un repertorio seleccionado, las notas van fluyendo al compás del tambor. El tiempo de descanso después de los recorridos se va entre partidos de fútbol e idas al río, unos para bañarse, otros para lanzar la red entre el gran número y variedad de peces que ahí habitan y a los que el nombre «Chaluayaco» hace referencia. En todos estos momentos nos acompañan dos ingeniosas niñas, hijas de la gobernadora del resguardo y nietas de Héctor, quienes fueron también nuestras guías de actividades cotidianas y compañeras de plática.
Llega el momento de despedirnos de ellas y de parte de su familia, pues debemos regresar a Villagarzón. Agradecemos a la gobernadora por permitirnos llegar y recibirnos con hospitalidad, a pesar de la premura del tiempo. Algunos de sus familiares viajan con nosotros con destino al «Corazón del Putumayo» como también se conoce a Villagarzón.
Nuestra última caminata nos conduce al punto conocido como Puente Rojo, la estructura que comunica las orillas del río Vides y junto al cual hay una reserva natural. Los primeros en llegar descansan a un lado del camino mientras llegamos los demás, allí almorzamos y nos hidratamos antes de subir de nuevo al camión.
Una vez arriba, pasamos por algunos de los resguardos en donde viven nuestros compañeros de viaje. Los árboles de plátano y chontaduro adornan el paisaje mientras transitamos el piedemonte amazónico con destino a la sede de ACIMVIP, donde finalmente hacemos una última retroalimentación y compartimos nuestras impresiones, además de nuestro más profundo agradecimiento por las experiencias vividas, los conocimientos adquiridos y la hospitalidad siempre característica de quienes compartieron con nosotros la última semana.
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El espacio de formación de los cuidadores no solo pretende hacer presencia en el departamento de Putumayo, sino como su nombre lo indica, integrar a las demás comunidades que hacen parte de la Amazonía colombiana por la protección del territorio y la diversidad natural, al reconocer su importancia física, cultural y espiritual para la pervivencia, no solo de los pueblos indígenas, sino de toda la humanidad.
De igual forma, con los insumos recolectados por la misma comunidad y con la ayuda de los equipos técnicos, se busca nutrir la caracterización del territorio y facilitar el acceso a los datos del mismo, a través de herramientas como el geovisor del Sistema de Información Geográfica de la CNTI. Todo esto como una manera de apoyar los procesos que se tejen desde lo local y que reivindican el rol de los pueblos como actores fundamentales en el cuidado de la Madre Tierra y todas las formas de vida que en ella habitan.