A pesar de ser un hecho ampliamente documentado, las víctimas de la masacre ejecutada por paramilitares del Bloque Calima de las AUC en el Naya siguen a la espera de verdad, justicia y reparación integral. Dos décadas después de lo ocurrido, el Observatorio de Derechos Territoriales de la Secretaría Técnica Indígena de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas (CNTI) acompañó su conmemoración para recordar lo sucedido y honrar a sus muertos con el propósito de hacer memoria.
La región del Naya es mágica, amañadora, la calidez de su gente contrasta con la majestuosidad de los ríos que se mezclan con selvas verdes y vírgenes, y el agua que se desprende de las montañas, en gigantescos abismos, formando cascadas cristalinas.
El territorio está dividido en Bajo, Medio y Alto Naya lugar de convivencia de comunidades negras, campesinas e indígenas. Sólo cuenta con dos vías de acceso: una de ellas por el municipio de Buenos Aires, en el norte del Cauca y otra acuática por Buenaventura por el canal entre el océano Pacífico y el suroccidente del país en el Valle del Cauca.
Tras una larga cruzada a lomo de mula y luego de pasar por tramos del camino casi verticales, sobresalen las lomas “La Fatigosa” y “La Pálida”. Para quienes llegan allí por primera vez, una parte del trayecto sólo deja ver barro y un pequeño trazo por los barrancos que parecen fáciles de atravesar. Más adelante, en otros tramos como Piedra Lisa, resulta difícil no sentir miedo, al pasar por unas piedras gigantes, húmedas y muy empinadas sobre las cuales el paso de las mulas ha dejado por años una huella permanente.
El riesgo de resbalar y caer al abismo se olvida cuando emerge entre las montañas el “Cerro Azul”, un espacio sagrado de vida a simple vista virgen, que pareciera querer olvidar la llegada al territorio de actores armados y del narcotráfico.
Denunciamos públicamente que el Gobierno nacional ha expedido dos iniciativas que buscan reglamentar el derecho fundamental de la consulta previa con los pueblos indígenas, de manera inconsulta. Esto representa una transgresión al Convenio 169 de la OIT y a las reglas fijadas por la Corte Constitucional para la garantía de nuestro derecho a ser consultados, lo cual resulta regresivo e inconstitucional.
Inicialmente, el 7 de septiembre del año en curso, el Ministerio del Interior publicó “el proyecto de decreto por el cual se modifica el Capítulo 2 del Título 3 de la Parte 5 del Libro 2 del Decreto 1066 de 2015, relacionado con el Protocolo de Coordinación Interinstitucional para la consulta previa”, mientras que el 9 de septiembre se conoció la Directiva Presidencial No. 08, “Guía para la realización de la consulta previa”. Denunciamos que estas iniciativas no han tenido ningún espacio de concertación con los pueblos y comunidades indígenas, más aún cuando denotan procedimientos que involucran un derecho fundamental para grupos étnicos. En este contexto, se desconoce directamente uno de los principios esenciales de la consulta, el de buena fe, que debe guiar todas las actuaciones de las partes para lograr un entendimiento y confianza en condiciones de igualdad.
La jurisprudencia de la Corte Constitucional frente a la protección del derecho a la consulta previa de los pueblos indígenas ha sido reiterada y son claras las reglas que deben cumplirse para su materialización. Los nuevos intentos del Gobierno nacional ignoran estas reglas mínimas y pretenden imponer, de manera unilateral y sin consultarnos, procedimientos que le “facilitan” la instrumentalización de nuestro derecho fundamental, lo que limita su alcance y sus efectos, y deriva a su vez en una violación indirecta de nuestros derechos fundamentales.
Seguimos evidenciando cómo el Gobierno nacional está decidido a desconocer este mandato, por la ya denunciada propuesta del “Protocolo general de bioseguridad para el proceso de consulta previa, con las comunidades indígenas, afrocolombianos, negros, palenqueros, rom, raizales de San Andrés y Providencia y en general de comunidades étnicas”, que rechazamos con vehemencia por inconsulta, impertinente e inaplicable y que fue derogada por estas razones.
Vemos también con alarma que el Ministerio del Interior insiste, y así se lo ha dejado saber a los gremios económicos, en adelantar consultas virtuales y en condicionar su procedencia a la “conectividad” y a la voluntad del pueblo o la comunidad titular del mismo, así como aumenta indebidamente la presión a los pueblos auto aislados que están padeciendo los efectos nocivos de la pandemia.
El líder Iku falleció en la mañana de este sábado 5 de septiembre en Valledupar para encontrarse con sus ancestros y seguir protegiendo espiritualmente al Corazón del Mundo.
Hace 80 años, el 25 de septiembre de 1939, a tres horas en carro de la ciudad de Valledupar y muy cerca de Pueblo Bello, nació en Nabusímake (la tierra donde nace el sol) el ‘Sakukū Mayor’ José Camilo Niño Suárez, quien llegó a ser uno de los líderes más carismáticos y la máxima autoridad del pueblo Arhuaco.
Cursó hasta tercer año de primaria, aprendía con facilidad y gozó de una gran memoria. Recordaba con precisión el árbol genealógico de sus antepasados y de las once generaciones que le antecedieron. “Conocía el territorio con detalle y sabía dónde estaban los lugares sagrados en los que había que hacer los pagamentos”, rememora su hijo, Ricardo Camilo Niño Izquierdo, pocas horas antes de la siembra, nombre que dan los arhuacos a la ceremonia que realizan para honrar a sus seres queridos en su retorno a la naturaleza.
Sakuku Camilo Niño en las reflexiones sobre derechos territoriales con las autoridades del pueblo Arhuaco en Jamín, 2019.
Fue un hombre de carácter fuerte, lleno de buena salud y vitalidad, pero a la vez siempre jovial y dispuesto a servir a los demás, a escuchar a todos, aún si lo habían lastimado y a quien siempre le gustó estar rodeado compartiendo con la niñez de la comunidad.
A los 16 años inició su proceso como líder indígena; asumiendo diversas funciones y responsabilidades que lo llevaron a ser semanero (guardia indígena), cabo (coordinador de semaneros), representante de la región, presidente de acción comunal, fiscal de la mesa directiva del cabildo arhuaco, inspector, registrador, comisario de las autoridades regionales, concejal y consejero de la justicia arhuaca. Su experiencia y disciplina lo convirtieron en un experto de la sabiduría ancestral, lo que, sumado a su empeño por el fortalecimiento comunitario, lo llevaron a convertirse en el ‘Sakukū Mayor’, la máxima autoridad y última instancia del pueblo Arhuaco.
“Hacía tan solo dos años atrás, la comunidad de la Sierra Nevada le rendía un homenaje en el centro de Nabusímake por su gran aporte”, recuerda July Calderón, directora del Observatorio de Derechos Territoriales de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas (CNTI). Es que además de ser un líder muy reconocido por las autoridades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, José Camilo Niño es recordado por otros pueblos y organizaciones indígenas, pues su huella significó un aporte y avance para procesos de organización y defensa de los territorios ancestrales a nivel nacional.
En sus más de 60 años de servicio, José Camilo fue considerado por muchos indígenas como el padre que nunca tuvieron o un “padrino”: “era guía, sabio, mentor, consejero, orientador; pensaba más en los demás que en él mismo”, recuerda su hijo Ricardo, actual Secretario Técnico de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas.
“Si algo caracterizaba a mi padre era su vigor y fortaleza espiritual: era un hombre feliz, rara vez sus 11 hijos lo vimos flaquear; siempre estaba alegre y no era para nada egoísta, siempre estaba dispuesto a compartir lo que sabía y siempre luchó por su comunidad y por la unidad del pueblo Arhuaco”, asegura Ricardo Camilo Niño Izquierdo.
El legado que nos deja el ‘Sakukū Mayor’
El Mayor José Camilo era un gran defensor del territorio. Ayudó a construir numerosas escuelas, no solo en la Sierra Nevada de Santa Marta sino en varias regiones del país.
“De niño recuerdo sus enseñanzas y la manera como transmitía las cosas, se tomaba su tiempo”, comentó con nostalgia Ricardo Niño, “me llevaba a hacer recorridos por el territorio y tenía una enorme dedicación para enseñar”, sostuvo.
Y es que ser ‘Sakukū Mayor’ significa enseñar a través de la práctica y del ejemplo, significa dar respeto y valorar a la palabra. Es así como José Camilo Niño siempre cumplía lo que decía que iba a hacer.
Su simpatía y alegría siempre lo caracterizaban, “les tomaba del pelo a los demás y les ponía apodos, pero lo hacía con cariño, era difícil verlo triste”, comenta su hijo. Asimismo, su integridad y vocación por ayudar a los demás fueron claves para forjar su carácter, un legado que vive en sus once hijos, a quienes siempre enseñó que la unidad familiar y que su pueblo eran lo primero.
“Por ello, el pueblo Arhuaco se siente huérfano y los que vivimos y lo conocimos nos sentimos responsables de seguir su legado”, puntualiza su hijo, quien sigue sus pasos como su digno descendiente.
Tras varios días de rituales y ceremonias para honrar su memoria, lo que significó la búsqueda del sitio sagrado en el que sus familiares sembraron a su ‘Sakukū Mayor’; hoy el líder del Pueblo Arhuaco trasciende en el tiempo y espacio para encontrarse con sus ancestros o chundwa, quienes desde la cima, siguen orientando a los pueblos y protegiendo espiritualmente al Corazón del Mundo, la montaña litoral más alta del planeta, la Sierra Nevada de Santa Marta.
*NABUSÍMAKE es el pueblo sagrado de los indígenas arhuacos, localizado a medio camino entre el municipio de Pueblo Bello, Cesar, y el Salto de Atishe, el último lugar de ritual y pagamento de esta comunidad, a una altura de 2.200 metros sobre el nivel del mar, en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Zerankwa recibe hoy en Chundwa a un gran líder, un padre ejemplar, un abuelo alegre, un defensor incondicional del umunukunu: José Camilo Niño Suárez, Sakukū Mayor de la Nación Iku, una persona siempre dispuesta a la escucha y a compartir un sabio consejo.
Innumerables fueron sus luchas, sus aventuras, sus sacrificios, sus dolores y sus recorridos por la Línea Negra con el firme carácter de cumplir como buen hijo del pueblo Iku, ese mandato de la Ley de Origen. Gracias a sus esfuerzos, que han dejado en nosotros y nosotras infinitos aprendizajes, la organización del pueblo arhuaco es fuerte y muestra de dignidad.
Su ejemplo es motivación en sus hijos, como Ricardo Camilo Niño Izquierdo, Secretario Técnico indígena de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas, quien recibió este legado, fruto del caminar constante del territorio en compañía de su padre. Esa dignidad aprendida por la defensa del territorio y la reivindicación de los derechos territoriales, la demuestra con tenacidad día a día en su quehacer de la CNTI, espacio que el Sakukū Mayor fortaleció con el buen consejo, así como con sus conocimientos espirituales y culturales como Mamo de su pueblo.
El pensamiento, las acciones y la entrega de la vida en defensa del territorio, nunca mueren. Se renuevan como semilla de generación en generación. Aunque hoy el Sakukū Mayor José Camilo Niño Suárez no nos acompaña físicamente, la ausencia material no significa que olvidemos sus enseñanzas. Estas permanecerán en el territorio y estarán siempre presentes, a través de sus hijos e hijas por generaciones y también reflejadas en cada río, cada planta, cada montaña y cada elemento natural que día a día continúan vivos gracias al ejemplo permanente de nuestros mayores/as que nos enseñan de la guardia, la lucha y la protección incansable al territorio. Por eso, recordamos y enaltecemos su legado.
Hoy, todos los pueblos indígenas y originarios, tanto de la región como del país, lamentan profundamente esta invaluable pérdida. Sabemos que la lucha no acaba aquí, el camino es largo y la resistencia mediante el diálogo, la dignidad y el respeto será nuestra trinchera del corazonar colectivo para continuar.
En nombre del equipo técnico de la secretaría técnica de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas, deseamos que Dios y Kakw Zerankwa lo acojan en sus hermosas praderas. Buen retorno a Chundwa, Sakukū Mayor José Camilo Niño Suárez.
En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Indígena, representantes de diferentes comunidades del país compartieron las experiencias de sus procesos organizativos y las formas en que las mujeres se relacionan con el territorio desde la mirada de sus pueblos ancestrales.
Redacción CNTI
La mujer indígena es territorio, vida y fertilidad, pero es también ejemplo de lucha, resistencia y sabiduría que mantienen en firme el tejido social y espiritual. Por ello, los diferentes roles que desarrollan dan cuenta de aprendizajes que comienzan desde temprana edad y que responden a las problemáticas que aquejan a sus comunidades, especialmente a ellas en su condición de mujer.
Según Rosalba Jiménez, mayora del pueblo Sikuani, la mujer indígena desde su cosmovisión representa la dualidad y, lejos de “salir de una costilla”, viene del territorio y de la semilla de la Madre Tierra que representa la fertilidad. A su vez, comprender lo que significa el territorio, la mujer y la cultura es para Andrea Poto, lideresa comunitaria Nasa, mantener viva la tradición de sus propias lenguas y sus sistemas especiales de relación con la naturaleza.
Natividad Mutumbajoy, lideresa del pueblo Inga y fundadora de la institución educativa Yachaikury, destacó que el buen vivir está en sus territorios, pues allí está todo y la lucha es necesaria para poder disfrutar de sus tradiciones. Para Margarita Villafaña, lideresa arhuaca, las mujeres «como madres soportamos a una cultura y somos complemento del hombre, una familia, que entre los dos luchan por mantener una identidad cultural en el territorio. La tradición y la cultura nos permiten entender que podemos proteger entre todos desde la Ley de Origen y las normas tradicionales, con menos tensiones y guerra».
Los conflictos por la tierra, que históricamente han traído dinámicas de violencia y despojo, generan importantes afectaciones a los pueblos indígenas y de manera diferencial a las mujeres que han sido vulneradas por actores como colonos y grupos armados, entre otros. La creación de espacios formativos en los que convergen diferentes conocimientos ha hecho posible que surjan liderazgos desde lo femenino para defender la vida, el agua, el alimento y la pervivencia cultural de los pueblos.
Diana Campo, comunera Nasa, señaló: «La tarea más importante que tiene la juventud es formarse integralmente frente a las amenazas externas, entendiendo que hay muchos mundos indígenas distintos pero todos tenemos una Ley de Origen que es proteger y preservar». Por eso apuntó que, a partir de la noción de que la tierra no es propiedad de los pueblos, sino que estos pertenecen a ella y por lo tanto deben protegerla, la partida de cada compañero o compañera redobla la energía de lucha contra todo aquello que la pone en peligro, como las actividades extractivas y de la mega industria que desconocen los principios de su equilibrio natural.
Sostienen que esto está directamente relacionado con la falta de interés de los gobiernos, que durante décadas han desconocido las reivindicaciones de los pueblos indígenas y los exponen a toda suerte de situaciones que atentan contra ellos. Todo porque las lógicas económicas no corresponden con la visión que estas comunidades tienen del territorio, en donde ninguna de ellas estará por encima de la vida y la armonía.
«Los pueblos indígenas somos vistos como una piedra en el camino y en Occidente, por la cultura del dinero, nos ven como seres que debemos estar recluidos en las montañas y no comprenden cómo los sitios sagrados son la garantía de pervivencia de todos los seres vivos», añadió la defensora de derechos humanos de los pueblos indígenas, Margarita Villafaña.
¿Qué estrategias son contempladas para fortalecer los procesos locales?
Las hermanas Diana y Ebema Caizamo, del pueblo Emberá Wera en Chocó, hacen parte del grupo de danza Nepono Werara, en el que a través del arte se enseña a las nuevas generaciones a preservar y exaltar su cultura con los bailes tradicionales.
Ebema, de 13 años, conoce las afectaciones que sufre el río Atrato por la minería y la importancia que este tiene para la vida, pues la contaminación del agua con mercurio (utilizado para separar y extraer el oro) impacta directamente a su comunidad, que necesita del agua del río en sus actividades diarias. Ella recoge estas enseñanzas de sus familiares y especialmente de su hermana mayor Diana, que además se desempeña como docente y traductora de emberá-español.
Como lo expresó Margarita Villafaña, “debemos comprender dónde están los riesgos para poder mantener nuestra cultura y ser ejemplo para que los jóvenes sigan este camino de defensa y fortalecimiento de nuestra unidad familiar y cultural”.
Otra de las alternativas que planteó la mayora Rosalba Jiménez fue dimensionar que «el conflicto no solo son las armas sino también lo ideológico. [Por eso] hay que manejar un discurso desde nosotros mismos, desde nuestra esencia y no desde el conflicto”. Agregó que sus hijos están en el movimiento indígena y se siente orgullosa de eso, pues reconoce que las nuevas generaciones deben seguir reivindicando los derechos indígenas porque es una lucha de nunca acabar.
Para ver el Encuentro de Saberes completo, clic aquí:
La Comisión Nacional de Territorios Indígenas (CNTI) denuncia la grave situación de vulnerabilidad en la que se encuentra la comunidad arhuaca (Iku) de Kutunsama en el resguardo Kogui Malayo Arhuaco, debido a la invasión que se está presentado desde el pasado 20 de agosto de 2020, en la que aproximadamente 200 colonos han comenzado un proceso arbitrario de parcelación, tala y apropiación ilegal del territorio.
Según denuncias de la propia comunidad, han hecho uso de cintas para demarcar el territorio y sin mediar palabra han avanzado con el corte indiscriminado de vegetación nativa y diferentes especies arbóreas, generando una afectación directa al equilibrio ambiental de la zona. Así mismo, amenazaron con “tumbar los árboles grandes’’ mañana (22 de agosto de 2020) tras argumentar que el Estado no los ha reubicado ni dado tierras.
A pesar de que la Policía Metropolitana y la Personería del Pueblo hicieron presencia en el lugar el día de ayer, en la madrugada de este viernes 21 de agosto las actividades fueron reanudadas por los colonos, provenientes de las zonas aledañas de Guachaca, Palomino, Marquetalia, Puerto Nuevo e incluso (se cree) desde Venezuela. Sin embargo, no hubo acuerdo y la Fuerza Pública manifestó no poder hacer nada porque “hay intereses de otros grupos más grandes’’.
En este territorio ancestral, que constituye una ruta de salida al mar para esta comunidad que durante tantos años lo disputó, están ubicados sitios sagrados para los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta y es además una importante área de conservación ambiental. Por eso las acciones de los últimos días representan una pérdida significativa para las comunidades que desde hace más de ocho años han trabajado por la recuperación del mismo.
Estos fenómenos son facilitados y promovidos por la falta de formalización y la inseguridad jurídica que sufren los territorios indígenas debido a la negligencia estatal. Actualmente, en la Agencia Nacional de Tierras (ANT) existen 1009 solicitudes de formalización de territorios indígenas en resguardos. Tal es el caso del resguardo Kogui Malayo Arhuaco que va por su cuarta solicitud de ampliación aún no resuelta y que responde a la ausencia de integralidad en el reconocimiento de los territorios ancestrales por parte del Estado.
Vemos con preocupación cómo en el marco de la pandemia por covid-19 ha aumentado significativamente la presencia de grupos ajenos a los pueblos indígenas que invaden y destruyen el entorno para ampliar la frontera agrícola y adelantar procesos de deforestación y ganadería extensiva.
Lo que logramos identificar es que el principal actor generador del conflicto es el Estado colombiano. Por eso, desde este espacio hacemos un llamado de manera urgente a la opinión pública, y pedimos a las entidades de control y organizaciones internacionales que intervengan, verifiquen la situación y le exijan al Gobierno nacional brindar las garantías necesarias para asegurar la pervivencia de los pueblos indígenas que ven cómo sus territorios sagrados son vulnerados sin encontrar una respuesta clara y efectiva por parte de las autoridades competentes.